lunes, marzo 07, 2011

El Chom


El Chom
Mitos y Leyendas Mayas


El Mito
Cuenta la leyenda que en el antiguo Mayab (nombre original maya de la región peninsular que hoy se conoce como Yucatán, México), en la ciudad de Uxmal, vivía un Rey al que le gustaban mucho las fiestas, agasajar a sus invitados con grandes banquetes era motivo de orgullo y presunción para él. Un día, el rey decidió ofrecer un banquete en honor a Hu-Nab-Ku (Lo que los mayas conocían por “Consciencia suprema”, lo que nosotros comúnmente llamamos “Dios”) para agradecer todas las bendiciones que les había mandado a su pueblo.

Así, el Rey ordeno que se prepara todo para el gran banquete con gran anticipación, ordeno que se adornara el palacio con las más bellas y raras flores, ordeno que se preparan exquisitos platillos hechos con carne de venado y guajolote (pavo salvaje). Ordeno también que se preparara “balché” (licor considerado sagrado que solo se preparaba y servía en ceremonias y fiestas especiales el balché tiene color rosa pálido y es de sabor dulce), para sus invitados.

El Rey invito a nobles, sacerdotes y guerreros destacados  de toda la región, así como de ciudades vecinas a su gran banquete, estaba seguro que su fiesta sería la mejor ofrecida en mucho tiempo y que sus invitados hablarían de las grandes fiestas que el monarca ofrecía, siendo la envidia de todos.

El día del gran banquete llego, el rey de Uxmal se vistió con su ropa más elegante y se atavió con sus joyas más finas. El rey se asomo desde la terraza de su palacio, desde ahí, pudo contemplar con gran agrado lo hermosa que lucía su ciudad. El monarca turbo la idea de que la comida fuera servida en la terraza, pues desde ahí todos los invitados podrían contemplar su reino.

El rey ordeno a sus sirvientes que llevaran las mesas a la terraza, que las adornaran con flores y palmas mientras el recibía a sus invitados, los cuales lucían sus mejores ropas para tan especial banquete. Los sirvientes se apresuraron a tener listas las mesas, pues sabían que el rey estaba ansioso de ofrecer su banquete a los invitados. Acomodaron todo lo mejor posible y entraron a palacio para llamar a los invitados.

Grave error dejar la mesa del banquete sola, ya que los sirvientes no se percataron que unos Chom (Zopilotes) volaban sobre la terraza del palacio. En aquel entonces, estos pájaros tenían plumas multicolores y elegantes rizos en la cabeza. También eran muy tragones y al ver la comida servida en la terraza se les antojo. Los Chom habían estado dando vueltas en la terraza por algún tiempo, viendo a los sirvientes servir el banquete, y al ver que estos se metían y la comida quedaba sola, los chom volaron hacia la terraza y en pocos minutos los tragones pájaros, devoraron toda la comida.

En ese momento, el ansioso rey salía a la terraza junto con sus invitados. El monarca se quedo mudo y sintió que el color de la piel se le iba al ver a los chom saboreándose el banquete. Muy enfadado, el rey le grito a sus arqueros  - ¡Maten a esos pájaros! -  al oír las palabras del Rey, los Chom escaparon a toda prisa, volando tan alto que ni una sola flecha alcanzo a herirlos. El rey estaba furioso -¡Esto no se puede quedar sin castigo! – grito el rey. Uno de sus sacerdotes intento calmar al rey diciéndole que pronto encontrarían la forma de cobrarse semejante ofensa, al tiempo que recogía del suelo varias de las plumas de los chom que se habían caído al suelo en su huida.

En breve, varios de los hombres más sabios se junaron en el templo, discutieron por largo rato sobre la ofensa de los chom al rey hasta que a uno de ellos se le ocurrió como castigarlos. Uno de los sabios tomó las plumas de los chom y las puso en un brasero (un recipiente de metal que por lo regular se usa dentro de las casas para mantener lumbre encendida, para cocina o calefacción) para quemarlas; poco a poco, las plumas fueron perdiendo su color hasta volverse negras y opacas. Después, uno de los sacerdotes las molió hasta convertirlas en un polvo negro muy fino, que se echó a un recipiente con agua. El agua se volvió una especie de caldo negro y espeso.

Una vez que todo estuvo listo, los sacerdotes salieron del templo. Uno de ellos fue en busca de los sirvientes del rey y le dijo que llevaran comida a la terraza del palacio, ya que se necesitaba atraer a los chom nuevamente.

Los sirvientes obedecieron las órdenes y en poco tiempo la mesa con alimentos sobre la terraza del palacio estuvo lista. No paso mucho tiempo antes de que los chom notaran que nuevamente había alimento solo en la terraza de palacio. Como en aquella ocasión de la fiesta habían bajado comido y escapado sin problemas, se les hizo fácil repetir su “Azaña”, así que los chom bajaron a la terraza dispuestos a degustar de otro banquete.

Lo que los chom no sabían es que los sacerdotes se habían escondió en la terraza y tan pronto los chom pusieron las patas sobre la mesa, dos sacerdotes salieron rápidamente y lanzaron el liquido negro sobre los chom, al tiempo que repetían una serie de conjuros.

Uno de ellos hablo en voz alta y les dijo:  - Sus actos no quedaran sin castigo, han ofendido al rey de Uxmal, han robado la comida de la fiesta e honor a Hu-Nab-Ku y por eso nunca más probarán alimentos tan deliciosos. A partir de hoy estarán condenados a comer basura y animales muertos, solo de eso se alimentaran.

Al escucharlas palabras del sacerdote y sentir sus plumas mojadas, los chom quisieron escapar volando lo más alto posible, creyendo que el sol secaría sus plumas; más sin embargo los chom no tenían en cuenta que las palabras de aquel sacerdote era una maldición. Los Chom volaron tan alto que los rayos del sol quemaron sus plumas de la cabeza. Cuando los chom sintieron la cabeza caliente, bajaron uno por uno a tierra. Cuan grande fue su sorpresa al verde, donde antes había plumas coloridas ahora solo había plumas negras y resecas, además, su cabeza había quedado pelona.

Desde entonces, los chom vuelan lo más alto que pueden para evitar que los demás no los vean y se burlen al ver lo feo que quedaron. Solo bajan a tierra cuando tienen hambre, y buscan alimento entre la basura y los restos de animales muertos, tal como lo dijera el sacerdote que los maldijo.